jueves, 6 de mayo de 2010

Aguer sobre la laicidad en los liceos militares

domingo 2 de mayo de 2010

del blog Alerta Religión

El Ministerio de Defensa eliminó la asignatura de religión católica del programa de enseñanza de los liceos militares, como habíamos mencionado hace casi un mes, pero aparentemente la decisión se ha hecho oficial recién en estos días, y como era de esperarse, nuestro viejo amigo el obispo antilaicista Héctor Aguer ha tenido palabras poco amables.
Para el presidente de la comisión de Educación del Episcopado, el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, la decisión "implica un lamentable retroceso, ya que la ley de Educación Nacional -que fue sancionada en 2007- consagró el concepto de educación integral. Es evidente que no se debe excluir la dimensión espiritual y religiosa del currículo escolar", puntualizó Aguer ante una consulta de Clarín.
Aguer también mentó a José de San Martín y a Manuel Belgrano, los dos próceres argentinos considerados más impolutos en su trayectoria, recordándome a los conservadores estadounidenses que citan a los Padres Fundadores. La diferencia entre nuestro caso y el norteamericano es que al menos Belgrano y San Martín sí eran creyentes y devotos católicos (San Martín era masón, pero no anticlerical ni laicista como algunos de sus compañeros de logia). San Martín instituyó rezos obligatorios en el Ejército y encargó a Belgrano pagarles sueldos a los capellanes castrenses, aunque seguramente no poco tuvo que ver en esto su necesidad de apoyo de parte de la Iglesia en medio de la guerra por la independencia.

En algo se parecen los países, no obstante, y es que ni aquí ni en Estados Unidos la ley considera las creencias de los padres de la Patria como obligatorias o siquiera indicativas de lo más recomendable para la nación, y eso está muy bien.

La Constitución argentina, aunque incluye una desafortunada adhesión del Estado a la Iglesia Católica, está copiada del modelo liberal de la de Estados Unidos, del cual proviene también la mención de Dios como “fuente de toda razón y justicia” que aparece en el Preámbulo, y que responde a un trasfondo deísta —la Divinidad como estructura de orden—. Si vamos a debatir usando la tradición, podemos soslayar a los próceres, que lucharon por la emancipación de un territorio colonial amplísimo y no por una nación o por una democracia pluralista, y deberíamos también descontar a los gobiernos fraudulentos de la Década Infame y a los gobiernos ilegales militares (todos ellos muy católicos y mimados por la Iglesia).

Los gobiernos que siguieron a la proclamación de la Constitución y que formaron el país fueron de raíz liberal y laica, al igual que el gobierno surgido de la restauración democrática en 1983. El actual gobierno kirchnerista, que no es en absoluto liberal, se ha inclinado de a poco hacia una laicidad pragmática, como resultado de sus pujas de poder con la Iglesia Católica.

El diario derechista La Nueva Provincia reproduce una noticia de la agencia DyN sobre el tema y cita a Aguer hablando de “un laicismo ancestral” que “impide incluir la dimensión religiosa y una visión trascendente en los contenidos de la educación que se enseñan en las aulas”. Dejemos de lado el enigmático adjetivo ancestral. El sutil cambio de laicidad por laicismo sirve al fin de los sofistas como Aguer de relacionar la educación laica con una supuesta ideología atea o marxista. En realidad la “dimensión religiosa” de la que habla Aguer es la doctrina católica tradicional, que en el caso del Ejército ha servido de maravillas para formar soldados y oficiales unidos por un espíritu de grupo y una fe que considera torcidamente la defensa de la Patria —es decir, la buena gente del país, por oposición a marxistas, inmigrantes, masones o judíos— como superior a la ley y a los derechos humanos, y que no ha ganado una sola guerra pero que sí ha servido para justificar repetidos —más bien consuetudinarios— golpes de estado.

Las exhortaciones de Aguer y otros jerarcas eclesiásticos nunca apuntan al pluralismo religioso. La educación laica no plantea objeción alguna contra la idea de una clase de religiones comparadas o una clase de estudio de la historia y mitología de una religión particular. De hecho, en el caso de los liceos militares, una asignatura de este tipo podría servir para contrarrestar décadas de formación exclusivista católica. Pero tal asignatura requeriría primero de maestros formados adecuadamente y dispuestos…

La cantinela sobre la “educación integral” también es una distracción. Por “integral” los obispos entienden una educación que les diga a los alumnos cómo comportarse moralmente, instrucción que por fuerza no puede dar sino un catequista. Atentos a su proclamado principio de primacía de la familia sobre la educación de los niños, los proponentes de la clase de religión en la escuela aclaran que los padres no católicos podrían pedir que sus hijos sean exceptuados de la asignatura. Así se hizo en muchas ocasiones en la escuela pública argentina, creando una división donde no debería haberla, etiquetando a los niños por religión en un espacio donde no debería haber tales diferencias, y transformando a los niños exentos de la clase en niños educados deficientemente. Salvo por esta concesión, los obispos jamás pidieron respeto para el derecho de los padres a educar a sus hijos en su propia religión: ese derecho sólo lo invocan para el catolicismo. Y no cualquier catolicismo: no vaya a ser que algún fan trasnochado de la teología de la liberación o de una corriente progresista se aproveche del título de catequista para meterle ideas revolucionarias en la cabeza a los hijos de los católicos, como que Jesús era un rebelde o que los pobres heredarán la tierra.

Educación “integral” para Aguer y Cía. es también, paradójicamente, una educación a la cual se le han cercenado los contenidos referidos a la sexualidad y a las variadísimas formas en que los seres humanos encaramos esta parte de nuestra existencia. Estos contenidos también serían muy útiles para terminar con la tradición machista y homofóbica del Ejército Argentino. Por desgracia, la Ley de Educación Sexual Integral (sin comillas) formalmente aprobada en 2006 es en casi todo el país letra muerta, en gran medida gracias a la resistencia de la Iglesia y de sus fieles con poder político.


De todas formas, hay motivos para alegrarse. Sin caer en simplificaciones peligrosas, es casi seguro que si Héctor Aguer llama “lamentable retroceso” a algo, estaremos ante un indudable progreso.

http://alertareligion.blogspot.com/2010/04/liceos-sin-religion-a179.html

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